
El 21 de enero del año 2024 se cumplirá el 85 aniversario de la entrada de las tropas franquistas en Vilanova i la Geltrú. Para la ciudad, el 21 de enero de 1939 significó el fin de la Guerra Civil y el comienzo de una nueva etapa histórica que acabaría prolongándose 40 años. Albert Tubau retrató esa época en el libro La Vilanova del franquisme, 1939-1979 (Institut d’Estudis Penedesencs, 2015), obra que puedes descargar como PDF (enlace al final de esta entrevista).
Como entrevistador, quisiera comenzar esta entrevista admitiendo que, hasta que no leí su libro, desconocía buena parte de los hechos y los personajes de la Vilanova del franquismo. Pero es posible que a otras muchas personas de mi edad y también más jóvenes les ocurra lo mismo ¿Le sorprende?
No me sorprende en absoluto. Si a nivel general ya cuesta muchas veces tener un conocimiento preciso de las cosas que pasaron en aquella época, te encuentras que a nivel local paradójicamente la información disponible es aún menor. Imagino que también falla la transmisión intergeneracional, sea por negligencia, o por las pocas ganas de explicar las cosas, o sencillamente porque no se quieren rememorar según que episodios de nuestra historia. Con el tema del franquismo ha pasado eso.
En el caso de mi familia, ese conocimiento si se transmitió de padres a hijos, pero no ocurrió lo mismo en muchas otras casas, lo que se tradujo en un desconocimiento absoluto de lo sucedido en Vilanova i la Geltrú durante aquellos años. En cualquier caso cuando hablamos de franquismo nos referimos a una etapa muy heterogénea.
¿A qué se refiere?
Podemos identificar un primer franquismo en Vilanova i la Geltrú que va desde el año 1939 hasta el año 1946. A partir de ese momento se abre una etapa diferente que es la del alcalde Antoni Ferrer Pi, que duraría 23 años. Y después, en 1969, hay una etapa de tardofranquismo que enlazaría con la transición democrática de finales de los años 1970.
Comencemos entonces por esa primera etapa de la Vilanova del franquismo que arranca el 21 de enero de 1939. Ese año, centenares de vilanovins huían hacia Francia, camino del exilio. Muchos ya no regresarían jamás. En su libro usted comenta que algún día sería necesario llevar a cabo un estudio de la Vilanova que no pudo ser, refiriéndose a la diáspora que vació la ciudad de personas de gran valor personal y profesional. ¿Qué implicaciones tuvo para Vilanova i la Geltrú la marcha de todas aquellas personas?
Es una reflexión que me hago a menudo porque, desde nuestra posición actual, cuesta imaginarse el impacto que causó la Guerra Civil en Vilanova i la Geltrú. En 1939, era una ciudad pequeña y la pérdida de vidas había sido terrible, brutal, en los dos bandos.
Las personas que huyeron al extranjero en 1939 eran profesionales bien preparados, técnicos de empresas, gestores de la vida pública… Toda esa gente, que habrían servido para ayudar a rehacer la ciudad, desapareció de repente en un momento en que Vilanova estaba hundida.


Hablemos de Antoni Ferrer Pi, quien sería alcalde de Vilanova i la Geltrú durante buena parte del franquismo, desde 1946 hasta 1969. Según explica en su libro, durante la Guerra Civil trabajó en un departamento de intendencia de la Generalitat. Acabada la guerra, en 1940, el joven Ferrer Pi fue denunciado por un grupo de franquistas de Vilanova i la Geltrú porque, al parecer, participaba en interrogatorios donde se daban palizas a los detenidos. Esto sucedía en un local de la calle Jardí…
La denuncia vino sobre todo de sectores carlistas. A veces hablamos del franquismo como si fuera un bloque monolítico, pero dentro existían falangistas camisas viejas, camisas nuevas, carlistas, monárquicos… Los carlistas podrían considerarse como personas de perfil conservador, de derechas, gente de orden y en muchos casos personas que se sentían de la tierra, catalanistas. Cuando llegan los falangistas, estos sectores son arrinconados y se sienten menospreciados, así que se rebotan. En cualquier caso, la denuncia que presentaron aquellas personas contra Ferrer Pi estaba justificada, pero no llegó a ninguna parte, teniendo en cuenta que en esos momentos Ferrer Pi ya estaba considerado como una figura emergente en Vilanova i la Geltrú.
¿Y quién era exactamente Antoni Ferrer Pi?
Un escalador. Durante la Guerra Civil, mientras trabajó de funcionario en la Generalitat, había pasado desapercibido. Pero no se escondió, ni huyó, ni sufrió represalias ni nada en aquella época de “dominio rojo”, como apuntaron los sectores carlistas que presentaron una denuncia contra él. Sin embargo, a partir del 21 de enero de 1939, ya se convierte en una persona con cierto poder en Vilanova i la Geltrú. Formaba parte de un sector de gente joven, falangista, con ganas de murga, que una vez han entrado las tropas franquistas en la ciudad se envalentonan y quieren tomarse la justicia por su mano. Era gente que cuando iba por la calle, el resto se acojonaba. Eran como unos pandilleros de barrio. El caso es que estudió Derecho, fue nombrado durante una etapa director del semanario local “Villanueva y Geltrú”, ya fue ocupando una serie de puestos de mando en la ciudad, etc. Es decir, a partir de 1939 y desde muy pronto se va posicionando para ser nombrado algún día alcalde de la ciudad. Lo que pasa es que los propios gestores del régimen, aunque lo ven un valor al alza, creen que todavía no es el momento adecuado y lo mantienen en el banquillo de reserva, hasta que lo nombran alcalde en 1946.
En esa primera época del franquismo, década de 1940, los habitantes de Vilanova i la Geltrú pasan hambre y se multiplican los huertos alrededor de la ciudad para cultivar alimentos. Era una economía de subsistencia. Esos huertos, comenta usted en su libro, serán el embrión de futuros barrios periféricos de la ciudad. ¿Cree que aquellos años de miseria determinaron parte de la fisonomía urbana actual de Vilanova i la Geltrú?
Sí. De hecho, los primeros ayuntamientos de la democracia tuvieron que hacer un esfuerzo ingente para asimilar una serie de barrios de la periferia que estaban dejados de la mano de Dios, que habían crecido sin orden ni concierto, y que de algún modo era necesario ordenar. Lo cual costó mucho. Solo tienes que pasearte por según qué barrios para comprobar lo extremadamente difícil que resultó aplicar soluciones con cierta lógica urbanística.
¿Por qué fue tan difícil corregir los problemas urbanísticos heredados?
Como en tantas otras cosas, el franquismo fue un desastre en temas urbanísticos. Es verdad que todo se debe poner en su contexto: me refiero a los aludes migratorios que se produjeron en la década de los años 1950 y 1960. Ese crecimiento demográfico que experimentó Vilanova i la Geltrú no era nada fácil de gestionar, menos en situaciones de precariedad.

En su libro comenta que en las décadas de 1940 y 1950 se da en Vilanova i la Geltrú una especie de colaboración entre sectores católicos y catalanistas, por un lado, y el franquismo local por el otro. ¿A qué obedecía esa dinámica?
Toda dictadura necesita un cierto colaboracionismo. Todos lo tuvieron: Hitler lo tuvo, Mussolini lo tuvo, Franco lo tuvo. En el caso de Vilanova i la Geltrú, hubo gente que seguramente actuó de buena fe porque, al final, alguien tenía que ponerse manos a la obra para reconstruir la ciudad. Se trataba de familias de perfil conservador, católico, catalanista… No sé si aquí se podría aplicar aquel principio de Joan Fuster: “Toda política que no hagamos nosotros, se hará contra nosotros”. O quizá pensaron que antes de que alguien haga algún disparate, mejor nos involucramos de algún modo. Y ese espíritu generó un concepto que siempre me ha fascinado: “vilanovismo”.
De hecho, esa palabra aparece muchas veces en su libro. ¿Qué era exactamente el “vilanovismo” en tiempos del franquismo?
Sería como una visión que se quiere transmitir más amable y local del poder franquista, lo cual servía a los intereses de esas familias locales con poder de influencia, por un lado, y al poder franquista por el otro. Digamos que el concepto “vilanovismo” ayuda a poner un poco de vaselina en un engranaje que era complicado.
El diario local de la ciudad en la década de 1960 se refería al “vilanovismo” como “el arte de ser perfecto vilanovés”. ¿Ese vilanovismo nacido durante el franquismo se detuvo en la transición democrática o perduró más años en el tiempo?
No. Quizá porque en Vilanova i la Geltrú tenemos esa capacidad saturnina de devorar a los hijos, o porque quizá ni hacemos ni dejamos hacer, que es también algo muy local de nuestra ciudad. Lo cierto es que durante la época de la transición, cuando comienzan a posicionarse determinados liderazgos de gente joven que serán los nuevos referentes de la democracia, todo ese pasado fue borrado de un plumazo. Quizá se podrían haber aprovechado algunas cosas, poner en valor algunos elementos, pero no se hizo, porque lo que exigían los nuevos tiempos era romper completamente con todo lo anterior.
Curiosamente, esta obsesión de romper lazos con el pasado también afectó a las personas que volvían del exilio en la década de 1970, a quienes las nuevas generaciones consideraron como los abuelitos que explicaban sus batallitas que no interesaban a nadie… El caso es que esas personas también fueron menospreciadas, a pesar de que acumulaban experiencia y una tradición interesante.
Con el “vilanovismo”, también se hicieron cosas interesantes a nivel asociativo, de tradiciones, etc, pero llegó un momento es que se despreciaron e incluso se ridiculizaron.
En la década de 1960 la economía de Vilanova i la Geltrú comienza a transformarse, la ciudad se expande, muchas veces sin control, el número de habitantes se dispara por la inmigración… ¿Qué pasó en esa época?
En aquella época, el modelo económico estaba muy claro para las mentes pensantes de la ciudad, que apostaban básicamente por un modelo industrial y, en cambio, rechazaban el turismo, actividad que percibían como algo que alteraría las tradiciones locales y maneras de ser. También se desarrollaron otras actividades económicas, especialmente la avicultura, que fue muy potente.
¿Pero la gente protestaba, había resistencia contra el régimen?
Quienes protestaban, quienes se oponían y enfrentaban al franquismo, eran una minoría, muy pocos. La mayoría de la gente se dejaba asimilar por el sistema, tal como pasó en otras dictaduras.
Por otra parte, la memoria de la Guerra Civil era muy reciente. También he conocido casos de muchas personas, jovencitos cuando comenzó el franquismo, que ni tan siquiera tuvieron la percepción, mientras eran adultos, de que vivieron en una dictadura. Simplemente, se acostumbraron al entorno.
En su libro también cita varias asociaciones que durante el franquismo llevan a cabo actividades culturales, de ocio, etc, pero que también preparan el terreno para el posfranquismo. ¿Qué rol jugaron entidades como l’Acord, el Coro, Talaia o Bordegassos…?
Estas entidades funcionaron como una escuela de futuros liderazgos. Lo tengo clarísimo. L’Acord, por ejemplo, es un caso clarísimo, ya nace con esa voluntad en 1971, amparándose en el tema del Carnaval. Cuando se constituye, oficialmente es una entidad social y recreativa, pero ya tiene una voluntad muy evidente de confrontación.
Cuando Francisco Franco muere y comienza la transición, en Vilanova i la Geltrú fue alcalde Josep Piqué i Tetas desde 1976 a 1979 (padre de Josep Piqué i Camps, que fue ministro en los gobiernos de José María Aznar). La gente decía que Piqué, el último alcalde nombrado por el régimen franquista, era un “tecnócrata”, pero en el primer Pleno de investidura hizo el discurso en catalán y pidió la amnistía política. En su libro, usted explica que Piqué impulsó además los cambios de nombres de calles franquistas, sacó el Monumento a los Caídos del centro de la ciudad… ¿Estamos seguros de que solo fue un tecnócrata?
Creo que el alcalde Josep Piqué fue un personaje muy inteligente, que conocía muy bien la situación y supo leer la realidad del momento que vivía. Y supo ir moviendo las fichas en función de lo que convenía en cada momento. En todo caso, también es cierto que tuvo presiones muy duras procedentes de una estructura franquista que se negaba a desaparecer, por un lado, y por el otro las presiones de los sectores que querían acelerar el cambio.
En cualquier caso, se manifestó muy poco ideológicamente, es difícil percibir qué pensaba realmente. Quizá trató de adoptar un rol aperturista, de vanguardia, porque a lo mejor pensaba que esa pátina le permitiría consolidarse como alcalde en el posfranquismo, pero eso ya no pudo ser.
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Puedes descargar en PDF el libro de Albert Tubau desde el siguiente enlace: La Vilanova del franquisme, 1939-1979.
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