El joven recluta estaba preocupado porque su batallón ya había registrado una baja: un compañero suyo había muerto en la plaza de España a causa de los disparos efectuados por los guardias de asalto. Era el 19 de julio de 1936 y Joan Coll, con solo 16 años y natural de Vilanova i la Geltrú, formaba parte de los militares sublevados en Barcelona.
La sublevación
La madrugada de ese día, las tropas del ejército en la capital catalana habían recibido órdenes de lanzarse a la calle y tomar diferentes centros estratégicos de la ciudad. El plan, sin embargo, no era acertado y sus detalles eran, además, conocidos por las autoridades del Gobierno republicano.
Los soldados pronto fracasarían. En las plazas de Cataluña, Universidad y España, las unidades militares sublevadas se encontraron rodeadas y acosadas.
“Estábamos en la playa de Ribes Roges cuando vimos tres hidroaviones en dirección a Barcelona. Ignorábamos que en uno de esos tres aparatos iba el general Manuel Goded”
Mientras tanto a 45 kilómetros al sur, otro joven de Vilanova, Bonaventura Orriols, contemplaba tres hidroaviones del Ejército del Aire que sobrevolaban por encima de la playa de Ribes Roges e iban en dirección Norte.
“Dijimos: estos hidros deben ir a Barcelona. Ignorábamos que en uno de esos tres aviones iba el general Manuel Goded. Nosotros lo vimos desde la playa. Es decir: normalidad. No nos esperábamos lo que vino después”, recordaba Orriols.
Goded, después de haber hecho triunfar la rebelión militar en Palma de Mallorca, había subido al hidroavión con la esperanza de conseguir el mismo objetivo en Barcelona.
En la Ciudad Condal, sin embargo, los soldados sublevados ya hacía horas que luchaban por las calles y estaban sitiados en diferentes puntos por guardias de asalto, la Guardia Civil y grupos anarcosindicalistas (estos últimos habían sido armados por el Gobierno republicano).
A duras dificultades, Goded pudo llegar hasta el edificio de Capitanía Militar. El recluta Joan Coll lo pudo ver de muy cerca: “Goded venía de Mallorca para hacerse cargo de toda Cataluña y cuando bajó del coche y el teniente mío le dio la novedad que ya teníamos un muerto, la cara se le señaló … Los guardias de asalto, en la plaza de España, cuando pasaron con su camioneta, ya nos dispararon. Y mataron a un soldado”.
Finalmente, las fuerzas leales a la República, con el apoyo de las organizaciones anarcosindicalistas, hacen fracasar la sublevación militar en Barcelona.
El general Goded fue detenido. Será fusilado semanas más tarde. En cuanto a los reclutas detenidos, algunos fueron puestos en libertad unos días después. Así fue como Joan Coll pudo volver a Vilanova i la Geltrú.
En realidad, la sublevación había estallado el 17 de julio en Melilla y el 18 de julio se habían añadido otras guarniciones militares de todo el país. La radio informaba de estos hechos y casi todo el mundo estaba enterado.
Concepció Ventosa había estado en Barcelona el día 18, precisamente un día antes de la sublevación en la capital catalana, y allí había coincidido con un conocido.
“Cogía el tren a las dos de la tarde en la calle Aragón y me acompañó un abogado -que después supe que formaba parte de los implicados en el golpe de Estado- y hablamos sobre las últimas noticias. Y yo le dije: ‘Bah! Esto acabará pronto ‘. Y él respondió: ‘Ah, no sé, ya veremos’. Yo pensé que aquel hombre era bien tonto. Y pues sí, lo poco que se terminó…”.
“Subimos por la Rambla y los cafés tenían conectada la radio. Había gente alrededor, escuchando las noticias: estaban radiando la sublevación de Barcelona”
Joan Alemany era otro joven de Vilanova con un carro lleno de ilusiones y proyectos de futuro. El 19 de julio de 1936 paseaba con su novia por Ribes Roges. “Ese día lo tengo marcado y clavado”, decía.
Entonces, Alemán tenía 20 años y hacía último curso de violín, esperaba hacer clases de perfeccionamiento con el maestro de música Eduard Toldrà y luego ir a París a completar sus estudios.
“Subimos por la Rambla y los dos cafés que había tenían conectada la radio. Había gente alrededor, escuchando las noticias: estaban radiando la sublevación de Barcelona, que entonces ya estaba casi dominada”, recordaba Joan Alemany.
“Pensamos: ¡estos militares! Después de todo, no será nada. Y no hicimos más caso. Y unos días después, cuando ya había estallado todo, aún pensábamos que aquello solo duraría dos semanas… Pero todo fue de mal en peor”.

Estalla la Guerra Civil
El alzamiento militar había fracasado, así pues, en Barcelona y también en Madrid. El hecho de que la sublevación no triunfara y el Gobierno republicano tampoco -dado que no pudo evitar la rebelión de tropas en otras ciudades de España- significa el inicio de la Guerra Civil.
Por su parte, los anarquistas catalanes se habían apoderado de grandes cantidades de armamento que se guardaban en el parque de artillería de San Andrés. A partir de ese momento, su poder resultó decisivo y gobernarían, de hecho, en toda Cataluña.
El día 20 de julio, lunes, en la Pirelli no se trabaja y se inicia en Vilanova i la Geltrú una huelga general no declarada en medio de un ambiente tenso e incierto.
Andreu Rovira recordaba aquellas decisivas horas de la siguiente manera: “Entonces, con un amigo, fuimos a dar un paseo por el barrio de Mar. Escuchabas a la gente, había como una angustia … Pero sin saber qué iba a pasar”.
Mientras tanto, grupos anarcosindicalistas de Vilanova se desplazaban hasta Barcelona para conseguir armas.
Xavier García lo veía así: “De momento, hubo unas horas de mucha incógnita. Después se vio que la sublevación militar había sido vencida en Barcelona. Entonces es cuando arranca toda la llamarada de los que se sienten redentores y van a tomar posesión de la cosa pública”.
En otras palabras, llegaba la Revolución.
“La primera señal de alarma fue que el Centre Autonomista de la Lliga y el Círcol Catòlic son asaltados el día 20”
“Lo que pasó a continuación fue bastante repentino, imprevisto”, indicaba Bonaventura Orriols. “La primera señal de alarma fue que el Centre Autonomista de la Lliga y el Círcol Catòlic son asaltados el día 20. Vino gente de fuera”.
Ese mismo lunes, además, las religiosas son obligadas a abandonar los conventos.
Los agentes de la Guardia Civil, que hasta ese momento se habían quedado dentro cuartel, abandonan Vilanova i la Geltrú al día siguiente, 21 de julio, siguiendo órdenes de la comandancia de Barcelona. Los agentes desfilaron por las calles sin formación, con un pañuelo rojo como fular y saludando con el puño en alto.
La ciudad había quedado desprotegida. Era un martes.

Asalto a las iglesias
El martes 20 de julio, cientos de personas inician el asalto y destrucción de las tres parroquias de Vilanova y la Geltrú, aunque los edificios no llegaron a ser incendiados.
Sin embargo, el retablo barroco de la Geltrú, que data del siglo XVIII, se pudo salvar en parte de la ola de destrucción. Según apuntaba Bonaventura Orriols, dicha obra de arte se conservó gracias a la acción decidida del líder anarquista local Ricardo Mestre, convertido ya en un hombre de gran carisma y en el auténtico ideólogo de la CNT en Vilanova i la Geltrú.
“Al líder anarquista Ricardo Mestre alguien le rogó ¡Por favor Ricardo, salva el retablo de la Geltrú! Y él fue para allá, sabiendo que era difícil detener aquella fiebre…”
“Resulta que al señor Ricardo Mestre alguien le rogó de una manera especial: ‘Por favor, Ricardo, salva el retablo!’. Y él fue a la Geltrú, sabiendo que era un poco difícil detener aquella fiebre… Y él les dijo estas palabras: ‘Deteneos! Esto es arte y desde ahora será para el pueblo! ‘. Tenía una voz poderosa. Me acuerdo que cuando hablaba, se le oía. Y estas palabras, pues, pararon el empuje”, relataba Orriols.
El mismo Ricardo Mestre, que al final de la Guerra Civil se exilió en México, señaló que también los agricultores de la colectividad agraria que se constituiría más adelante ayudaron a salvar el retablo: “Quien contribuyó a salvar el retablo fue sobre todo un payés… Convirtieron la iglesia de la Geltrú en el lugar de la colectividad de los agricultores y estos fueron los que hicieron que no destruyeran el retablo. Uno de los campesinos era Joan Raspall, que cuando vinieron los franquistas lo fusilaron”.
“Joan Raspall era un campesino de Cubelles de una caridad humana tremenda … Quiero decir que las injusticias se cometen cuando pasan disparates, como ocurre en todas las conmociones revolucionarias violentas”, indicaba Ricardo Mestre.
“La destrucción de las iglesias fue una expresión de anticlericalismo popular”, añadía el antiguo líder anarquista de Vilanova i la Geltrú.
Nuevo gobierno en la ciudad
El Ayuntamiento de Vilanova i la Geltrú, gobernado entonces por ERC, al igual que el resto de ayuntamientos del país quedó literalmente anulado ante la avalancha de las fuerzas revolucionarias, que habían tomado la iniciativa gracias al poder de las armas.
Los dirigentes republicanos no sabían qué hacer en aquellos difíciles momentos, según apuntaba Xavier García. “Aquella era la gente del carajillo, del purito … Y que no les molestaran mucho. No había tanta diferencia con mucha gente de la Lliga Regionalista, que eran la gente del mundo de los tenderos y la cuestión era que el cajón estuviera llenito”.
El alcalde en aquellos momentos era Antoni Escofet Pascual, que había sido elegido en las elecciones municipales de 1934.
Xavier García añade sobre cómo reaccionó ERC ante los hechos que todo lo sacudían: “Esto puede escandalizar a más de uno, que dirá que esto no es verdad. Pero esto era así: ERC, el partido mayoritario de Cataluña, desde el 19 de julio al atardecer pasa a ser un partido cero a la izquierda, ante la CNT, FAI o PSUC“.
Se constituye entonces el Comité de Defensa Local de Vilanova i la Geltrú, que ejerce el poder efectivo y que el 23 de julio ya publica su primer Boletín. El Comité, órgano de poder revolucionario, reúne los sindicatos obreros y los partidos de izquierdas.

Ricardo Mestre, el dirigente anarquista, lo explicaba así: “El Comité de Defensa se formó con la colaboración de todas las entidades que se consideraban de izquierda y liberales en Vilanova. Entre ellas, Estat Català, POUM, ERC, PSOE y CNT “.
Así pues, a pesar de que la CNT era la fuerza predominante del Comité, se escogió como primer presidente de este nuevo organismo al socialista Miguel Soler Bastero, abogado y antiguo administrador de Correos.
Según apunta Joan Mestres, que había trabajado como ayudante suyo, “Soler Bastero era un hombre que pesaba mucho. Era un hombre muy listo, muy instruido y con mucho poder de convocatoria. Por eso, cuando estalló la guerra, se le colocó de presidente del Comité de Defensa Local. Posteriormente, se fue alejando un poco porque su política puede que no ligaba mucho con una FAI, con una CNT y con un partido comunista “.
De hecho, las fuerzas anarcosindicalistas ya habían creado una estructura básica de Comité revolucionario en la sombra, probablemente de manera clandestina, antes incluso de la sublevación militar del 18 de julio. Quizás porque los rumores del levantamiento militar eran cada vez más frecuentes y los anarquistas no querían ser cogidos desprevenidos.
Ricardo Mestre lo confirmaba de la siguiente manera: “El Comité de Defensa Local se constituyó de una manera muy peculiar… Se constituyó antes de que se sublevaran los militares“.
Respecto al sistema de funcionamiento de este órgano de poder, el antiguo ideólogo de los anarquistas de Vilanova i la Geltrú indicaba: “En el Comité funcionaron las cosas porque no había imposición de ninguna clase. Porque incluso teniendo mayoría absoluta la CNT, no la utilizó para imponer nada. Se discutían las cosas e intervenían todos los representantes de las diversas organizaciones”.
“Parecía esas películas de cowboys, que todo el mundo iba con el arma dentro del cinturón. Incluso mujeres”
En cualquier caso, si la CNT era la fuerza dominante en el Comité era porque sus hombres armados eran la fuerza dominante en la calle.
Las banderas rojas y negras de la CNT-FAI, símbolo del nuevo poder, se empezaron a ver en todas partes. “Sí, sí, parecía esas películas de cowboys, que todo el mundo iba con el arma dentro del cinturón. Incluso mujeres. Y pañuelos de colores, con las banderas del partido que eran… Esto se puso como si fuera una moda”, recordaba Antoni Garí.
El Comité se propuso normalizar la vida cotidiana, en la medida de lo posible, teniendo en cuenta que había estallado una guerra civil.
Por este motivo, se dieron instrucciones para que los trabajadores volvieran a las fábricas. Ante la ausencia de directivos y propietarios, los mismos obreros deberían ponerse al frente de la organización del trabajo.
El Comité también intentará evitar los abusos de poder cometidos por elementos armados, pero no lo conseguirá.
Vilanova i la Geltrú estaba a punto de vivir una oleada de asesinatos.
Estos párrafos forman parte del libro ‘Crònica de la Guerra Civil a Vilanova i la Geltrú’, del periodista Xavier Canalís. La obra completa puede leerse gratis en internet o descargarse como documento PDF haciendo click en este enlace.